Una escuela genera esperanza en jóvenes afrodescendientes

La Escuela de Policía abrió las puertas para convertirse en una opción de vida de jóvenes.
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A 40 minutos al sur de Quibdó, en Yuto, un pueblo de calles destapadas, casas desvencijadas y abandonadas, se forman en una escuela sin muchos lujos 116 jóvenes que quieren ser patrulleros de la Policía.

La Escuela de Policía de Yuto Miguel Antonio Caicedo Mena es la única en el departamento y desde hace 11 años, en terrenos donados por el municipio, abrió las puertas para convertirse en una opción de vida de jóvenes de Cauca, Nariño, Chocó y Valle del Cauca.

Aunque la formación de los estudiantes es igual a la de las escuelas de policía del resto del país, hay algo que los diferencia: el trabajo con y para la comunidad y el amor y respeto por su cultura y sus costumbres.

“Nosotros cumplimos con las mismas clases y los mismos horarios, lo único diferente es que queremos inculcarles a los muchachos el concepto de etnoeducación, educarlos para que reconozcan sus tradiciones y salgan con ganas de trabajar y ayudar a la población”, puntualizó el mayor Alexánder Palacios, director de la escuela.

Debido a que la mayoría de los aspirantes que se presentan a la escuela son jóvenes de escasos recursos, la embajada de Estados Unidos en Bogotá  otorga becas que cubren el costo de los uniformes y la indumentaria, la  matrícula y un subsidio de sostenimiento de 270.000 pesos mensuales, lo que representa un ahorro de seis millones de pesos para los jóvenes aspirantes y sus familias. “Ingresé a la Policía por el apoyo económico que representa,  porque lastimosamente a veces uno no puede escoger lo que le gusta, sino lo que le toca, y aquí me han ayudado mucho porque estoy estudiando becado”, dijo Alexánder Aguilar, uno de los estudiantes que se forman en la escuela de Yuto.

La Escuela de Policía Miguel Antonio Caicedo Mena es un gran referente para los yuteños. Desde el 2005, cuando recibió la primera promoción de futuros patrulleros, ese pueblo bordeado por el río Atrato y enfermo por la pobreza, el desempleo, la violencia y el abandono, empezó a respirar aires de esperanza y desarrollo.

Proyectos con las madres emprendedoras, campañas de sensibilización y capacitación con el colegio y cursos con el Sena, son algunas de las actividades que impulsa la escuela en el pueblo y que han sido vitales para generar pequeños cambios.

“Hemos tenido cursos con el Sena, nos han dado la oportunidad de mejorar nuestros ingresos y muchos de los hijos de las mujeres ya son profesionales”, contó Hilda Cuesta, representante legal de la Asociación de Mujeres Madres Cabeza de Hogar.

Esta asociación nació cuando un grupo de mujeres decidieron ofrecer sus servicios para lavar la ropa de los estudiantes y con el  paso del tiempo lograron asociarse y comprar lavadoras y secadoras.

“Otra de nuestras características como escuela es que les damos confianza no solo a los estudiantes sino a la gente de la zona para que no crean que son diferentes o que tienen menos capacidades que la gente de otras regiones”, puntualizó el capitán Rubén Valencia, subdirector de la institución policial.