En una mañana distinta, bajo el sol que iluminaba las instalaciones del comando, 108 uniformados recién destinados al Departamento de Policía Bolívar permanecían alineados, impecables, en un ambiente de disciplina y orden. Todo parecía rutina… hasta que un gesto rompió la previsibilidad.
El coronel Alejandro Reyes Ramírez avanzó entre las filas con pasos firmes y mirada cálida. Sus ojos se detuvieron en Anderson Solís, joven patrullero oriundo de Guapi, Cauca. Sin previo aviso, tomó su teléfono y marcó a la casa de su madre. Doña Merí, ajena a la sorpresa, realizaba sus labores cotidianas cuando la pantalla cobró vida.
“Feliz Navidad, señora. Gracias por su amor, su sacrificio y los valores con los que crió a este hombre que hoy protege a los bolivarenses”, expresó el coronel con voz firme, pero cargada de cercanía.
En la otra línea, la emoción de la madre se mezcló con la del hijo: un abrazo a distancia que no necesitaba tocar la piel para sentirse profundo. Los presentes no pudieron contener los aplausos; algunos miraban la escena conmovidos, mientras las lágrimas, sin pedir permiso, mojaban sus mejillas. Cada gesto se convirtió en testimonio del poder de la gratitud y el reconocimiento.
Horas después, el video se viralizó en redes sociales, donde cientos de comentarios celebraban la humanidad de la Policía Nacional y la cercanía de un comandante que entendió que detrás de cada uniforme hay historias de esfuerzo, amor y esperanza. Cada familia es un pilar invisible de la seguridad ciudadana.
A veces, un gesto sencillo dice más que mil discursos: recuerda que la seguridad no solo se construye con disciplina, sino con humanidad. Y en aquella mañana bañada por luz dorada, quedó claro que la generosidad y la gratitud pueden iluminar mucho más que cualquier protocolo.
Dios y Patria